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domingo, 2 de febrero de 2014

De Vampiros, Zombis y Hombres Lobo


28 de enero de 2014
De Vampiros, Zombis y Hombres Lobo
En ocasiones, sobre todo con grupos de gente joven identifico claramente a los vampiros. Tienen la tez muy blanca, una palidez lunar, ojeras profundas, y la mirada fuera de foco. Miran de soslayo nunca directamente a los ojos. Tienen este aspecto de una juventud de siglos, empolvada, añeja. Se mezclan entre los simples humanos perecederos con su inmortalidad enferma, pesada, sin esperanza de llegar a un final, de un descanso, de una trascendencia gloriosa.
Por otro lado siempre tienen hambre, siempre en esta paradoja de sobrevivir a costa de otro aunque sepan que no morirán, que el suicidio no es una opción. Sedientos de sangre, de sangre fresca, con la eterna sensación de que algo falta, de no estar completos, subyugados a sus instintos, a la noche, al anonimato. Tienen hambre de vida, de luz, cansados de la eterna oscuridad de su existencia recurrente, interminable, sempiterna.
Los vampiros están entre nosotros buscando un poco de calor...
Veo por el retrovisor del automóvil, llevo mis hijos a la escuela. Veo un zombi, si un zombi, un señor con la cara enmarañada, desencajada, en automático toma el volante, por un instante pienso, me va a chocar, no sabe ni a donde ni por donde va, con los ojos abiertos pero sin chispa, sin luz, sin señales de vida sigue su camino hacia su destino incierto.
Volteo, mi mirada horrorizada, ahora es “una” zombi, cambia el semáforo, otros zombies nadan en el río de asfalto. Qué, ¿acaso sólo yo me doy cuenta de esta situación? Es lunes, son las 6:40 hs... El mundo está lleno de zombis.
Es otro día de enero, también voy por la calle, acaban de pasar las fiestas decembrinas, pero no es pretexto. Pasado mañana es luna llena. Veo cruzar la calle a un hombre con barba dispareja, dientes y manos grandes,  mirada penetrante y un tanto nervioso. Definitivamente un hombre lobo.
A la siguiente cuadra otro discute con el dependiente de una tienda de conveniencia, las características son similares, se agrega el detalle que le enseña los colmillos al contrincante y su expresión es de rabia. Otro hombre lobo. Casi al momento en un semáforo siento la mirada penetrante del hombre que lleva un carro negro como estuche.
Los hombres lobo salieron de su guarida para adorar la luna y asustar a los comunes...
Ha de tener un encanto enfermo esto de ser diferente a los demás, esto de darle rienda suelta a los instintos, y saber que no hay cura, que no hay fin, que no hay mañana que salve al infectado de su condición.
RB 2014

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